Cuando una mañana de jueves del
mes de Abril, de camino al gimnasio, alcé la mirada hacia la fachada del teatro
de mi ciudad, Basauri, y vi un enorme cartel colgando de una de las ventanas
del segundo piso, me quedé completamente impactada. Tres reconocidos actores
iban a venir a escenificar una obra de teatro de la que poco había escuchado
hasta entonces: “Desclasificados”.
He de reconocer que me invadió una emoción enorme pues nunca antes había tenido
la oportunidad de ver sobre las tablas a Alicia
Borrachero, Jordi Rebellón y a Joaquín Climent. Pronto comencé a indagar
por cómo y cuándo conseguir mis entradas y en alguien que quisiera acompañarme
(aunque tenía muy claro que si nadie quería venir, no por ello me lo iba a
perder) Finalmente, con las entradas en mi mano sólo quedaba esperar a que
llegara el sábado 9 de Noviembre a las 20.30 de la tarde.
Sentada en mi butaca, y con el
nerviosismo haciendo su aparición en el tembleque de mi pierna derecha,
aguardaba con entusiasmo el inicio de la obra de Pere Riera. Todo lo leído hasta el momento sobre la obra hizo que
mis expectativas fueran bastante altas y he de decir, que fueron alcanzadas.
Tres maravillosos personajes, con una infinidad de matices y una ejecución
impoluta, de los cuales hablaré más adelante, dan cuerpo a una historia que
bien se nos advierte no trata ni de política ni de periodismo, sino que atiende
más a esa delgada línea entre la moral y lo ético en el ámbito público y
privado. Silvia (Alicia Borrachero), es
una reputada periodista que se encuentra ante uno de los momentos más
importantes de su carrera profesional. Con una suculenta información en la
recámara, se encuentra a escasos minutos de realizar una entrevista al
Presidente del Gobierno (Joaquín Climent) en riguroso directo. Dicha
información perfectamente podría suponer un escándalo de consecuencias
incalculables, lo cual se traduciría en un avance sustancial en su carrera si
saliera a la luz. Sin embargo, lo que a priori podría parecer una tarea
ordinaria, se ve enturbiado por la presencia del Jefe de Prensa del Presidente,
Cáceres (Jordi Rebellón), y por un problema familiar de la periodista que
irrumpe sorpresivamente por pura… ¿Casualidad?
Lo que sucede o deja de suceder
durante los 85 minutos que dura la obra, es preciso que lo degustéis vosotros,
por ello, tranquilos, no pienso destriparos absolutamente nada más. Permitidme,
no obstante, unas apreciaciones. Es difícil pensar, que en un espacio reducido,
con un par de sillones, una mesa, dos maceteros, una fotografía, una pecera, y
un cuadro por atrezzo se pueda llegar
a perfilar una historia de tal calibre; sin embargo, el mejor escenario posible
para degustar esta obra es el creado por sus silencios. Es entonces cuando
realmente te das cuenta de lo que se está viviendo ahí arriba, bajo los focos,
cuando las palabras se callan y hablan el cuerpo, la mirada y el ambiente. La
distensión inicial poco a poco se va endureciendo y la expresión de “se puede
cortar el aire con un cuchillo” toma cuerpo.
3 son las escenas que marcan los
tiempos de esta obra, cada cual más intensa, dónde la risa, la indignación, la
sorpresa (porque señoras y señores, el factor sorpresa está ahí, justo delante
de sus ojos y ni siquiera lo olerán hasta que crean haberlo visto todo) y por
supuesto la reflexión están garantizadas.
Es de agradecer, y con ello
termino, que no sólo la historia sino la propia caracterización de los
personajes haya sido realizada con tanto gusto y profesionalidad. Podría
decirse que, de todos, el personaje más arriesgado es el interpretado por
Alicia Borrachero, pues su exposición ante el público es prácticamente a tiempo
completo. Son de alabar, no solo sus capacidades interpretativas, que son
excepcionales, sino también su concentración y saber hacer. Definitivamente es
uno de los papeles más duros y difíciles de mantener y controlar que yo haya
podido conocer en una obra de teatro, y por ello, me fascinó y fue ganando a
medida que avanzaba la obra.
El Señor Presidente, por su
parte, también es un personaje un tanto peculiar. Atendiendo a su expresión
corporal se puede observar el estudio que el actor ha realizado de la
gestualidad en la política, tan importante y a la vez, tan escenificada, juntar
las yemas de los dedos mientras se está sentado, una postura elegante, caminar
pausado… Además de la lavia que tiene, como todo “buen” político. Realmente, es
un personaje oscuro, a pesar de ello, me encandiló por la cantidad de
sensaciones aberrantes que me hizo sentir. Cumplió su papel, sí señor.
Y, para concluir, el señor
Cáceres personaje muy importante también en todo este entuerto. De carácter
bastante pintoresco, es capaz de imprimir el factor sorpresa en cualquier
momento a la par que se convierte en alguien cabal, responsable y defensor del
bien nacional. También, cómo no, uno de los ingredientes para ese exquisito plato
que disfrutamos.
Desde aquí, mi más sincera
enhorabuena a los actores, al director y por supuesto a todo el equipo que hay
detrás. “Desclasificados” es una de las mejores obras de teatro que jamás haya
visto. Os la recomiendo encarecidamente y también os recuerdo que cualquier
parecido con la realidad (porque yo también lo llegué a pensar mientras la
veía) es una casualidad.
¡Ah! ¡Y cuidado con como miráis!
No vaya a ser… que os traicione el subconsciente…
PD: Cuando el telón se baja, Silvia, el Presidente y Cáceres, vuelven a ser Alicia, Joaquín y Jordi. Gracias a los tres por permitirme daros mi enhorabuena personalmente porque era la única manera que tenía de corresponderos con lo que vosotros me disteis a mí ayer, que fue mucho más de lo que podáis imaginar.
Las fotografías han sido sacadas de diversos portales de Internet.
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